domingo, 25 de enero de 2009

Crisis

Alguna vez me dijeron que una “crisis” no era necesariamente algo malo. De hecho me inculcaron que significaba “cambio”, como la adolescencia, con dificultades y con algunas sorpresas traumáticas que con el tiempo aprendemos a manejar. Puede ser, pero igual debo confesar que la palabra “crisis” me causa cierta incomodidad (y digo incomodidad para no decir miedo a lo desconocido), por eso desde ahora usaré la palabra “adolescencia” en vez de “crisis”, al menos en este blog.

Es que realmente siento que “adolescencia” es una palabra más optimista, con algo más de vida, no sé. Además nadie tiene “recuerdos de crisis”, tampoco “amigos de crisis” y menos “amores de crisis”, así que desde el preciso instante en que termine este párrafo, la palabra crisis dejará de aparecer en este blog. Recuérdenla, pero no la extrañen.


A todo esto, el propósito de este post no es explayarme acerca de la adolescencia financiera por la que atraviesa el mundo ni de cómo debemos prepararnos. Para eso ya existen suficientes diarios, páginas web y hasta ppt’s que si no te han llegado al mail, pronto lo harán. El verdadero propósito es algo más egoísta: es convencerme (y de paso a ustedes, mis queridos 4 o 5 hinchas) de que existen dos grandes opciones para atravesar cada adolescencia, tanto en lo personal como en lo laboral. Es decir, o nos llenamos de inseguridades y de todo lo que representa, o la disfrutamos lo más que podemos, experimentando, retándonos, o como sea, lo malo es que por alguna razón siempre nos vamos por el primer camino y terminamos pasándola mal.


¿Por qué?

¿Acaso la adolescencia no termina siempre con aprendizaje, y por ende, en crecimiento?


A mí me gustaría crecer y me imagino que a ustedes también, por eso si alguna vez necesitan un empujoncito o un “¡vamos que se puede!” para sobrevivir una adolescencia podrán hacer como yo y volver a leer este post.


¡Vamos que se puede!

No hay comentarios: